LAS IRAS DE LA MALA UVA

10 Sep

templo ira xto

 

No es la primera vez que abordo el tema de la ira en este blog. El asunto es tan serio que rindo homenaje al gran Ibáñez, con el que he crecido, en la viñeta de arriba.

En el libro trato las consecuencias que he padecido por perder los estribos. Casi siempre, intentando explicar lo que acarrearon y lo que yo pude sacar en limpio.

No me recreo en la descripción detallada de ninguno de mis iracundos episodios. Relato hechos, consecuencias, aprendizajes y evoluciones. Desde luego, no están todos los que son. Mi la memoria es frágil y me puede el pudor.

En aquella entrada que escribí el 28 de agosto del año pasado me río abiertamente de conceptos como el control de la ira y su inutilidad -bajo mi punto de vista- cuando el caballo se ha desbocado ya. Apenas hablo de la canalización de esa mala leche.

No puedo saber si mañana me voy a poner de mala leche. Puedo discutir en mi trabajo. Puedo reñir con mi pareja. Puedo torcerme conmigo mismo y no aguantarme ni baño de sales mediante. Sé que no disfruto estando amargado, ni viviendo con el ceño fruncido. Prefiero sonreír y esas cosas.

Supongo que en ciertas ocasiones soy víctima de mi carácter. Hasta de mis principios, si queréis. También tengo que reconocer que, una vez pasada esa mala leche, hay veces en las que me siento bien. Porque a pesar de que muchas de esas actitudes puedan ser confundidas con síntomas del diagnóstico, he conseguido sentar mis reales y estoy dispuesto a asumir las consecuencias.

Noto la boca muy seca y pastosa. Me apetece fumar con urgencia. Me palpitan las sienes y se me mete un clavo en la sien izquierda. Intento escuchar al otro interlocutor, pero sé que lo estoy haciendo para buscar resquicios y dar una respuesta contundente. Siento que se me ha subido la sangre a la cabeza y que mi corazón palpita más rápido.

¿Qué intento? Hablar más despacio que en la frase anterior. Dejar de mirar el fondo de los ojos de la persona que me está sacando de quicio, o que lo está intentando. Sujetarme las manos, la una con la otra, para no hacer aspaviento ni atizar un puñetazo a la superficie plana -o no- más próxima.

Si estoy en mi sitio, ese equilibrado objetivo onírico e idealizado, procuro posponer la discusión. Hablar de lo importante que es el tema desencadenante para quitarle urgencia y aplazarlo, ganando tiempo y posponiendo el momento de riesgo.

Dentro de quince días se cumplirán tres años que no le levanto la mano a nadie. Y de que no la bajo. Mi historial hasta ese momento me sitúa en una posición que me impide dar lecciones a nadie. Simplemente estoy compartiendo cómo vivo esos ataques de ira, hijos de mi frustración y sobrinos de mi forma de ser.

Me provoca dolor con demasiada frecuencia dejarme arrastrar por el enfado superlativo.

Avispados lectores, efectivamente no he diferenciado entre mis malas uvas cuando estoy disparado hacia arriba (estado maníaco o hipomaníaco) de mis malas uvas cuando las padezco eutímico, esto es, estable.

Eso lo desgrano en el libro ¿o sólo lo esbozo? y da para otra entrada…

 

 

4 respuestas to “LAS IRAS DE LA MALA UVA”

  1. cristinaochoateres 10/09/2014 a 11:14 #

    Hay algo que nunca deja de sorprenderme de ti. Tu propio trabajo personal te ha llevado a ello, a analizarte, a observarte, a ser el protagonista de la «enfermedad del ombligo» como tú llamas al trastorno bipolar.

    Creo que a todos nos vendría bien hacer lo que tú haces: saber cómo te sientes cuando la ira llena tu cuerpo, cómo lo expresas, qué «síntomas» se despiertan… Y sobre todo, qué armas has logrado hacer crecer para desenfundarlas y emplearlas en esas situaciones.

    Y ahora… me dejas tarea. No tengo ni idea de qué siento cuando la ira me come. Jamás me he parado a pensarlo. Me llevas ventaja, Sergio.

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  2. Ricardo 05/10/2014 a 21:41 #

    El otro día me acordé de esto. había quedado para ir al cine y la otra persona,como de costumbre, llegaba tarde, entramos en la película empezada.
    Conn otras personas no hubiera pasado nada, pero ésta me saca especialmente de mis casillas. Estaba haciendo realmente muy mala ostia, y entonces me acordé de mis meteduras de pata y de lo desastre que soy a veces; la verdad es que se pasó mucho el cabreo. A ver si te sirve!

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    • Sergio Saldaña Soto 06/10/2014 a 15:52 #

      Muchas gracias, Ricardo, por tu aportación. Intentaré ser capaz de hacerlo la próxima vez. Mucho me temo que si he entrado en barrena no seré capaz de ser tan racional como para hacer memoria. Pero me comprometo a intentarlo. Todo sea por aplacar la coléra…
      No dejes de volver a comentar, sobre todo si es para sumar con tino.

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  3. Joakin 23/10/2014 a 14:50 #

    Hace 3 años que tengo el diagnóstico de TB; los arrebatos de ira han sido una constante durante toda mi vida, muchos de ellos ( según su importancia) todavía me vienen frecuentemente a la memoria y en ellos descargué una ira tan desproporcionada que ni el haber pedido perdón ( habría que haberse atrevido ) habría sido un parche en el daño ocasionado…; aprendí a encajar los duros golpes de las consecuencias de estos hechos aunque núnca a quitarme el sentimiento de culpa por lo ocurrido.Hoy en día con el entendimiento de que la ira es un síntoma de la enfermedad vivo con más serenidad estas circustancias y, todo hay que decirlo, la medicación ayuda también a aplacar los ánimos. Saludos

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